Mi primo Michael y yo fuimos a la playa y había un montón de rocas que formaban una cueva y nos metimos por curiosidad y ya dentro había un montón de cangrejos y a mi primo le pellizcó uno en la pierna; tenía el dedo gordo del pie que parecía un tomate fresco, y luego había ni más ni menos que un perro dormido, como medio muerto y mi primo, el muy torpe, se cayó encima del perro. El perro le mordió y ya, pellizcado y mordido, cabreado y riéndose a la vez, vimos que el perro se fue de la cueva. Mientras, nosotros seguimos hasta el final de la cueva y había un montón de peces muertos y redes de pesca.
El día después fuimos y ya no estaba la cueva, nos fuimos a bañarnos a la playa y estuvimos buceando. Entonces nos encontramos con la cueva; lo que había pasado es que la marea había subido.
Elaborado por Iván
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