18 de noviembre de 2010

EL PIRATA RISITAS

Érase una vez un grupo de piratas, eran los más feroces y rudos de todos los siete mares. Eran de todas las partes del mundo. Estaban desde los feroces vikingos hasta los famosos ingleses. Los piratas siempre ganaban y siempre que ganaban lo celebraban dándose una gran comilona con estas comidas:

1er plato: Un gran buey con pellejo, mucha salsa y muchísima grasa.
2º plato: Un pedazo de cordero con mucha grasa.
De postre un fruta exótica del país, ciudad o pueblo que han atacado.
De bebida, mucha no, muchísima cerveza.

Ellos siempre celebraban esto solos, en el bar de Don Cerveza. Pero hoy había alguien, era un tipo de persona muy risueña que se tapaba la cara con las manos. Tenía el pelo muy mal peinado, la ropa negra y las mangas de la camiseta y de los pantalones rojos, y también un poco de dorado. Cuando se quitó las manos y se le vio la cara: era blanda, o eso parecía desde donde lo veían los piratas, los ojos eran azules como el agua del mar y su labios estaban húmedos como el agua del un río. Los piratas se preguntaron por que estaba ese tipo ahí. Se lo preguntaron y el contestó que el estaba ahí porque quería ser uno de ellos. Los piratas se aguantaron la risa pero no lo soportaron y se rieron de él. Los bucaneros pensaron por primera vez una gran idea.

La idea era así:

Ponerle pruebas difíciles para reírse un poco y así no sólo se lo pasarían bien en las guerras y en las comilonas que se daban siempre.

El muchacho estaba asustado por lo que tramaban los piratas. Los piratas salieron con una risa en la cara y el muchacho se puso a reír también. Los piratas se dirigieron hacia él y lo atraparon en un saco y se lo llevaron a su primera prueba, que era así:

Pasar el lago más fangoso donde vivían los cocodrilos. Le costó muchísimo, pero lo consiguió.

La siguiente prueba era ganar a un tigre en su propia trampa que se llamaba la jaula del tigre. Esta vez casi no lo consigue, pero, al final, lo consiguió.

Los piratas se estaban hartando porque ese muchacho estaba pasando las pruebas como si nada, cuando a ellos esas pruebas de mínimo les costó una mano. El jefe de los piratas Barba Madera Sucia pensó que habría que forzar las cosas por aquí.

– Porque un niñato mal criado no nos va a quitar nuestro puesto como los ¡piratas más feroces de los siete mares! ¿Estáis conmigo, mi tripulación?

– ¡Sí!

– Pues ahora terminemos con esta amenaza.

Y después no se oyó nada. Se fueron a darle la siguiente prueba al muchacho, pero esta vez no era como las demás, esta era imposible ¡era vencer al viento!

El muchacho le estaba dando vueltas a la cabeza, sin dar con una solución, pero tanto pensar sirvió para algo. Cuando les dijo que si ellos no vencían antes al viento no sería justo que él participara. Y cuantos más lo intentaban más se reía él de los piratas. Finalmente no tuvieron más remedio que dejarle que fuera parte de su tripulación. El muchacho se desmayó de la emoción por estar en la tripulación: una de las mejores tripulaciones del mundo entero, sin duda. Cuando recuperó la consciencia, el jefe le contó las normas de la A a la Z. Casi se tiraron todo el día y cuando iba a decir la última norma un pirata le interrumpió con una mala noticia.

La noticia era así:

-Nosotros las tropas de Japón nos hemos enterado que tenéis un novato en vuestra tripulación. Nosotros también tenemos un novato. Así que queremos la guerra en donde siempre, en el triángulo de las Bermudas. Adiós, os esperamos allí.

El capitán estaba muy asustado porque iban a perder por primera vez en toda su larga vida de victorias, pero el capitán no tenía más remedio que decirles a todos que teníamos una guerra contra los japoneses, incluso al novato.

El gran día de la derrota contra los japoneses llegó, todos se prepararon animados para la guerra, todos menos el capitán. El capitán no era un buen perdedor. Bueno sigamos con la historia. Los piratas se dirigieron al triángulo de las Bermudas. Los japoneses estaban allí, como les dijeron. Los piratas vieron claramente que ahí estaba el novato del que hablaban.

El novato japonés era así:
Era musculoso, tenia un tatuaje de una calavera, el era como de acero, los ojos eran rojos como el fuego y no era muy tranquilo. Además era amigo del otro muchacho.

El capitán dijo que la guerra estaba perdida pero a mitad de la batalla, a un guerrero de la tropa japonesa, se le rompieron los pantalones y el muchacho lo vio y se partió de risa. Y ésta se oyó a tres millas. Y las dos tripulaciones se partieron de la risa, incluso se rió el guerrero que se rompió los pantalones y se pusieron en paz los dos bandos. Y el novato tuvo un apodo el pirata Risitas.

Hay muchas más aventuras pero esto solo es el principio de una gran aventura.
Elaborado por Pedro

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